Fanatismo primitivo
Por: Cynthia Velez
Si de fanáticos se trata, yo conozco a todos. Seres desequilibrados, obsesivos, locos, sentimentales, eufóricos, ansiosos; en una palabra, me gusta definirlos como apasionados. No es precisamente el fanático, aquel “pobre individuo” que no teniendo nada mejor que hacer, busca un lugar ideal (para ellos nunca habrá lugar ideal, siempre buscarán más) en un evento aún a costa de su propio valor (entiéndase este valor como el amor propio que casi se pierde en momentos de arrebato) que presente a su ídolo, ni es ese engorroso gritón que cree cantar cuando lo único que parece lograr es desgarrar la poca voz que le queda después de sus interminables exclamaciones convertidos en alaridos que tanto molesta, ni tampoco es ese pobre imbécil que busca desesperadamente los innumerables y ridículos artículos grabados con la cara de su ídolo ¡no! los fanáticos son más que eso.
Los fanáticos de los cantantes populares son excepcionales, excepcionales hasta un grado de parecer cómicos.
Ellos siempre están ahí cuando la función ha comenzado. Son los primeros que se paran cuando nadie está de pie, los que festejan, aplauden, creen que bailan y lo único que ganan es llamar nuestra atención mientras sentimos el incesante deseo de que algo desde lo alto del recinto les caiga y los aplaque. Nunca nos dejan ver a nosotros que vamos simplemente a pasar el rato. Son molestos, tenemos constantemente que estarles pidiendo que se sienten, que se comporten, que nos dejen disfrutar y vivir el espectáculo. ¿Vivir el espectáculo? ¿Quién más que los fanáticos lo hacen?
Un fanático es más que el pobre ingenuo, desastroso y vago que busca incesantemente, bajo cualquier recurso y método, estar cerca de su ídolo. Un fanático, fanático de verdad, de corazón, será el primer seguidor convencido de actuar fielmente según lo que cree, lo que piensa y siente, sin olvidar nunca que el único camino para llegar a su ideal es su absurda convicción. Ese fanático es aquel curioso ser que asiste a cualquier programa que presente a su ídolo. Es ese trastornado que olvidará el costo de un boleto o las largas horas de camino por llegar en el preciso momento que el tiempo prometa la presencia del que ha elegido como destino. Es el individuo capaz de faltar al trabajo, a compromisos sociales o a acuerdos familiares sólo por tener un acceso que les prometa por lo menos ver (ya no digamos una cercanía mayor, los pobres se conforman con ver) la imagen de la que ya no podrán escapar por haber involucrado a la emoción.
¿Por qué lo harán? Las razones… no las sé, pero seguramente deben ser grandes. Sólo figure usted que estos personajes son como nosotros: empleados, profesionistas o tienen algún oficio, con la diferencia de que como buenos locos gastan, gastan y gastan un dineral por permanecer cerca de sus estrellas (aunque estás ni los miren). Los he visto teniendo lo justo para la semana o el mes y aún así son capaces de derrochar o endeudarse con no sé quién (sabemos que en este tiempo sobran los lugares para hacerlo) con la única intención de (según ellos) vivir momentos, imprescindibles en sus vidas.
A ellos, parece que la justicia nunca los alcanza.
Llegan a hacernos rabiar por su obsesión, ¿cómo es posible que hagan lo que hacen?, ¿por qué lo hacen?, no son valorados, ni escuchados y en ocasiones ni respetados y son tan fieles, leales o tan torpes que siguen ahí. A veces… conmueven.
Imagine usted, (hágalo por favor) por trabajo que suponga, que un día se levanta convertido en este importuno ejemplar. Ese día se entera, qué importa cómo, pero se entera que su artista, futbolista, actor o lo que decida, estará en su ciudad o cerca de ella (la cercanía para estos fanáticos también es muy relativa). Seguramente lo primero que hará será tomar su calendario y revisar fecha, hora y lugar del acontecimiento (situación totalmente ridícula, los fanáticos irán siempre a dónde sea) y sólo al final revisar precios, eso es lo de menos, siempre se podrá pagar. Y luego inicia la ceremonia casi convertida en ritual: La búsqueda del mejor lugar, del asiento indicado, la primera fila, la de enfrente, la que permite quizá establecer un contacto, aunque sea sólo con miradas entre su ídolo y usted. Tal vez usted haya enloquecido a tal grado, que piense que al artista esto le interesa. Eso no importa, le interesa a usted y por eso ya no hay más que explicar.
Pero… íbamos en el boleto, en conseguir el lugar, en ver y rever el mapa de asientos, idealizar el escenario y un asiento a la derecha puede marcar la diferencia o que tal mejor el de la izquierda y como ya usted conoce bastante bien a su artista, hasta sabe, o cree saber, en dónde se parará su estrella y así supone el preciso lugar que debe ocupar. ¡Qué estupidez!
Comprarlo es cosa fácil. No importa si se tiene o no dinero, el señor de la taquilla responderá a su número y fila e ignorará, como ignora el resto, toda la lucha que usted habrá tenido que hacer por conseguir lo que en ese momento sólo son unos cuántos pesos que nunca valdrán lo que el boleto ahora en sus manos significa.
Sin embargo, en otros casos es peor. Los boletos, las primeras filas, los asientos de enfrente jamás se venden. En palenques, ésos lugares tan “pintorescos” y típicos de las ferias mexicanas en donde los gallos pelean y los espectadores apuestan hasta la mujer, siempre sucede esto. En definitiva, el evento es del apostador no de los fanáticos que después de “soplarse” las diez o quince peleas de gallos, los juegos de lotería entre pelea y pelea y el olor a cerveza nunca por más que hagan, consiguen el tan anhelado asiento de primera fila.
En fin. Sigamos imaginando que usted llega lleno de expectativas y emoción al lugar del acontecimiento, su ídolo actuará, ¡lo verá!, aunque sea de lejos y sí, sí, el evento será en un palenque fuera de su ciudad.
Desde el comienzo del día sólo un pensamiento dominó su cabeza y se albergó de tal modo en su memoria y corazón que en todas las horas siguientes usted no tuvo espacio cerebral para nada más. Desde el momento de seleccionar su ropa, sus zapatos, los más cómodos, los que no aprieten, los que permitan correr por si hay que hacerlo; no tuvo más intención que buscar un camino que lo llevará a la experiencia que usted ha llamado indescriptible. ¿Será?
No importa si se perdió antes de encontrar el lugar, si tuvo que cambiar de estado, si viajó con incomodidades en camión o avión, no importa si hizo fila antes de entrar, ni si afuera hacía un frío o calor insoportable, usted es capaz de aguantarlo todo (o casi todo) así, que hágalo, aguante.
Al entrar al lugar, después de la revisión llevará entre sus manos el “regalo”. Los fanáticos además de comprar el boleto más caro, de hacer cosas inimaginables por conseguir las primeras filas, de estar pendientes siempre de su artista y seguirlo, además de eso, llevan un regalo que habrán comprado con una casi inocente ilusión esperando que, además de que sea del gusto o al menos interés de su artista, puedan ser ellos mismos los que sean capaces de entregárselo. Estos individuos tienen algo de pureza, algo de inocencia y un mucho de corazón salpicado de torpeza.
Y la entrada del lugar promete emociones anunciadas por las agitaciones notorias de su corazón. Ha entrado al fin, ahora sí; sólo falta esperar.
¿Esperar? ¡No! Recuerde que usted es un fanático, los fanáticos no esperan. Situará su asiento y con casi una mirada de radar (recuerde que estamos en un palenque) no dejará de mirar, aún cuando esté volteado, la entrada del camerino. Usted más que nadie conoce la logística del lugar, se ha convertido en un experto y sabe que el artista jamás atravesará esa puerta, pero poco le importa; la ilusión es no perder ninguna ilusión; todo, todo puede pasar. Insisto, tienen una vivencia, casi ingenua.
El tiempo pasa y se encuentra tan concentrado, (siga creyendo que usted es un fanático por favor). Ha mirado todo, todo el lugar, y mientras todos los demás entran, salen, platican, ríen, se disculpa por llegar tarde, etc., usted permanece atento, en espera de no sé qué, pero atento.
Ha ubicado cómo podría filtrarse hasta la primera fila, sabe perfectamente por dónde debe de caminar, si va acompañado olvidó a su acompañante, y ahora sí, parece que todo puede suceder.
Inmediatamente llega el conocido “staff” del artista y es el momento de abordar a todos, a todos, sí, a todos, pidiéndoles la oportunidad de ver a la única persona que ha provocado todo esto en usted. Casi nunca se logra algo, imagino que estos sujetos del tan conocido e envidiado staff, ignoran lo que para usted representa un momento casi mágico, ignorarán que desde que se paró de la cama no tuvo más que una imagen en su cabeza y que ellos podrían (quizá podrían, realmente no estoy tan seguro) de contribuir a materializar su quimera.
Pero hablar con ellos le resulta inaguantable. No sólo tiene que aguantar las miradas de fastidio mientras usted se traga algunas voces que podría emitir también despectivamente y contra estos personajes (todo esto, producto de una pasión frustrada más que de una razón fundamentada), para oír finalmente un rotundo “no”. Y es que el estar cerca de la famosa figura para ellos es un trabajo diario, mientras que para usted, representa un esfuerzo enorme.
Imagine que en su interminable búsqueda y agotamiento de opciones se acerca a un tipo de estos que responde a su petición con el único argumento de “no se puede, ni siquiera la esposa o hija del gobernador pueden verla” o sea, no importa si usted ha seguido a su cantante durante años, si gastó sus ahorros y tiempo por estar ahí, tampoco importa lo que represente en su vida ese tan ansiado encuentro; para ellos eso es inadmisible. Finalmente todos están ahí y por no ser esposa o hija del gobernador, usted tendrá una categoría menor si de acercarse a su ídolo se trata. No es importante tratar con cortesía o empatía a los fanáticos, qué tipos tan locos y molestos que siempre vienen a joder, todos los días hay uno fastidiando.
Al final todos tendremos una categoría y el ser fanático no le dará una muy alta, más valía ser el hijo o esposo de alguien importante si por su mente pasaba la idea de reunirse con su estrella que ese pobre e ingenuo ser que de corazón y por convicción buscaba únicamente la opción de una cercanía.
Y entonces iniciará la desesperación… pero no se aflija demasiado, recuerde que hay asientos de primera fila destinados a los apostadores que ahora se encuentran vacíos.
Ésa es una opción más y sin dudarlo se acerca a un apostador. Usted conoce la mecánica, reitero; es un fanático, un verdadero fanático y no primerizo, lleva años haciendo y buscando lo mismo. Con toda tranquilidad (cosa que ya empieza a notársele poco) pide permiso para ocupar el lugar de primera fila y el apostador muy complaciente y hasta cierto punto empático y borracho, le comenta que por él no hay problema. Ahora sí, un lugar en primera fila el cuál usted se ha dispuesto a ocupar.
Sentado en primera fila por fin, tratará de tranquilizarse y esperar, ahora sí, esperar el evento. Pero no todo es así. Más tardo en gestionar el asiento que en que el supuesto organizador de peleas de gallo lo viniera a quitar, según él, los lugares le pertenecían a las personas de la segunda fila, los cuáles han acertado a confirmar la idea con un movimiento afirmativo de cabeza, usted como último recurso ha pedido que se le vendan los asientos, pero estos tipos simplemente han dicho que no. Así que usted tendrá que retirarse y ya por favor, limítese a ver el espectáculo que está por iniciar desde su quinta fila (que para un fanático de corazón es algo muy cercano al absurdo)
El entretenimiento o la “variedad” en un lenguaje palenquero, está por iniciar. Ahora sí se encuentra desesperado, no consiguió hasta este momento nada y está cansado, frustrado y triste, irremediablemente triste porque no es un evento nada más, lleva años haciendo lo mismo y recibiendo siempre el mismo trato, los fanáticos no interesan, ¿por qué todos lo entienden menos usted? Otra vez: “Los fanáticos no interesan”, repítalo y convénzase: “los fanáticos no interesan”
Con su regalo en las manos, que ya lleva más de seis meses con usted porque simplemente no ha podido en tres eventos anteriores entregárselo, y con la impotencia en los ojos y en el corazón, aún ve (por si no ha sido suficiente) que el supuesto administrador reparte los lugares de las primeras filas a la gente que se acerca no sé con qué palabras o que favores a pedírselos, gente que en pleno evento fue al baño. Un fanático jamás, ni aunque se trataré de una emergencia se perdería un momento del espectáculo de su ídolo y menos, mucho menos si está en una primera fila. Todo fue una elección arbitraria. Los lugares ni eran para las personas que se encontraban en segunda fila, ni estaban comprometidos, ni pagados, ni muchos menos fueron para usted. Su fanatismo no tiene relevancia, entiéndalo por favor, y ya limítese a disfrutar (si es que puede) desde su quinta fila el concierto.
Qué impotencia. ¿En dónde se asume la frustración, en los sesos o en corazón? ¡Basta!, eso sería meditación posterior, ahora a guardar el regalo, hoy parece que tampoco será la ocasión.
Esté tranquilo, es usted un fanático y ya vio que estas personas no son hijos ni esposas de gobernadores, entiéndalo, y por ello no tienen razones para ocupar un buen lugar o querer ver a su estrella.
El acontecimiento está por empezar y pongamos que al ídolo le llaman Alejandra Guzmán, y los aplausos y gritos se empiezan a oír junto con las primeras notas de los instrumentos que anuncian, que gritan la llegada de la que usted decidió ver como una estrella. Y al fin: Aparece ella. A usted, pobre iluso fanático no le quedo más remedio que decir “es Alejandra”. Sí, acéptelo, es un leal seguidor y hace tiempo usted declaró que si la veía de cerca o la veía lejos, en el momento en que ella cantara no habría cosa mejor que acompañarla. Ahora; acompáñela desde su quinta fila.
Y empiezan las primeras canciones y a leguas se ve que usted es el fanático viejo, se sabe todas las letras, conoce las tonadas y es el que más festeja. Se levanta, se alborota, grita, está, aunque en una quinta fila, pero frente a su ídolo y es testigo del acercamiento que tiene la gente de primera fila con ella (ah, claro, por eso su eterna insistencia de estar en una primera fila. Pero qué importa que ya haya empezado el evento, usted siga deseando verla, quién quita…)
Empieza una y otra canción, qué bárbaro, usted no falla en ninguna, es un verdadero y loco fanático, sé que lo es.
Y de la nada, su acompañante que siempre es cómplice de sus locuras, quien se ofende con el trato y quien lo entiende y sufre casi como usted, le da fuerza y lo empuja ya no a buscar su objetivo, sino a conseguirlo. Bastaron sólo unas palabras “toma el regalo que le has traído y ve a dárselo” Usted ha vuelto a creer y al terminar la canción se ha parado de su asiento, gritando con todas su fuerza “Alejandra” (quedamos en que por ponerle de algún modo nombre al ídolo, sería Alejandra. Por favor, no busque coincidencias) Casi inesperadamente se percata de que Alejandra lo ha escuchado y visto “¿qué pasó? Si sí oigo” le ha respondido a usted y sólo a usted. Su estrella, su estrella le ha contestado en medio de muchísima gente. Sin dudarlo le muestra el regalo y como si no hubiera nadie más vuelve a gritarle “es para ti” ella responde mientras se acerca “¿para mí?” y pide que lo dejen bajar. Primero por la cuarta fila, luego la tercera, la segunda y… la ¡primera!, amigo, ¡la primera, la primera fila! Ahora, ahora sí hasta los mismos policías y el staff le abren paso. Sin vacilación amigo mío creo que se lo ha ganado. Se acerca a su ídolo y ella lo recibe abrazándolo mientras espera, sí, ella espera a que usted le diga algunas palabras, sólo a ella, mientras la abraza.
Todo cobró sentido, absolutamente todo significó algo. Desde el momento que compró el regalo seis meses atrás junto con las tres oportunidades fallidas de verla, el viaje largo y complejo que hizo de estado a estado en la noche sin visualizar riesgos, el dinero que ha invertido, el trato que en ocasiones casi estoicamente ha soportado, los eternos disgustos familiares y con amigos que no entienden, que nunca entienden el valor que para usted tiene un momento así y todo, todo lo que usted ya olvido en ese momento tuvo significado otra vez.
El regalo simboliza que usted la conoce y la reconoce. Son unos oleos. Pocos seguramente en ese lugar sabrían que ella pinta con óleo, seguramente la hija del gobernador, el público de la primera fila y los administradores de los mejores lugares lo ignoran, pero usted lo sabe y eso es lo que importa.
Después de agradecer y escuchar las palabras de un fanático loco que con corazón se le acerca con una euforia difícil de observar y comprender, ella le dice al público “yo también pinto” mientras mira las pinturas que con tanta afición le ha entregado.
Usted se separa de ella y puedo ver cómo le da un abrazo enorme, sincero efusivo, pero al mismo tiempo delicado, como quien buscar proteger una estatua de vidrio en medio de una tempestad que a cada momento busca destruirla y destruirlo. La enorme pasión se convirtió en un abrazo cuidadoso. Amigo usted fue tan diferente, el corazón se le escurría por sus ojos, por sus brazos estaba entre sus manos y usted fue incapaz de sostener con violencia a su artista, qué imagen tan contradictoria vi: un corazón frenético y unos brazos que la envuelven abnegadamente.
La sensación de verla, de volver a acercarse a ella es tan grande que todo volvió a su lugar. Usted regreso a su quinta fila pero con el espíritu tranquilo. Consiguió después de tanto: verla, acercarse, abrazarle, decirle que ella era su ídolo, así nada más, su ídolo. Sé, amigo mío, que sólo decidió desprenderse de ese momento para que el tiempo pudiera transcurrir y su instante en el que permanecía abrazado a su ídolo pudiera suceder nuevamente y así verlo y sentirlo otra vez, aunque ni ella ni usted estuvieran de frente. De otro manera, no logro entender cómo un fanático, se suelta de su ídolo.
El evento terminó, el lugar poco a poco quedo vacío, sin ruidos, sin insistencias, ni frustraciones, ni recompensas. Es hora de irse, de alejarse, de dejar que el tiempo haga lo suyo.
Usted se habrá ido con algunas imágenes en una cámara digital, otras en la cabeza y las más significativas en la memoria del corazón. Será otra vez… sí, tendrá que volver a suceder una y otra vez más.
Amigo; ¿le dije que yo también soy fanático y que mi ídolo se llama Alejandra Guzmán?